domingo, 1 de mayo de 2016

Madres de libro

La maternidad es probablemente el hecho más importante en la vida de muchas mujeres, ya que se crea un vínculo con sus descendientes desde el momento del nacimiento que nada puede romper. Es difícil plasmar ese vínculo en unas líneas, que cada uno vive con mayor o menor intensidad.  Para rendir culto a la maternidad se han venido celebrando distintas festividades a lo largo de la historia, como en la antigua Grecia se hacía con la diosa Cibeles o en el antiguo Egipto con las ofrendas a la diosa Isis.

A lo largo de los siglos, y dependiendo del país en el que tuviese lugar, esta celebración podía derivarse de un hecho religioso o tal vez se fijase por unos más terrenales motivos históricos. En la religión Católica se suele asociar la maternidad con la madre de Jesús de Nazaret, con lo que el Día de la Inmaculada se eligió como la fecha en la que celebrar tan especial hecho. Eso fue así en muchos de los países en los que influía dicha religión en la política.

Con la llegada del Siglo XX, al igual que pasó con el Día del Padre (que ya hemos visitado en esta página) en los emergentes Estados Unidos de América una profesora llamada Anna Marie Jarvis inició una campaña para que ese día se fijase en el segundo domingo de mayo, recordando a su fallecida madre, luchadora a favor de los derechos de las mujeres. Unos años más tarde se oficializó esa fecha, y se extendió poco a poco por un gran número de países.

Sin embargo, como suecede con muchas celebraciones, el Día de la Madre comenzó a adquirir un preocupante cariz comercial que no es del agrado de todos, e incluso la propia promotora luchó en sus últimos años contra esta mercantilización de una celebración tan especial, en el que se comenzaban a vender tarjetas preimpresas, eliminando el ritual de que los hijos confeccionen con todo su cariño el obsequio a entregar a su madre. Esa (2º domingo de mayo) fecha es la más extendida, pero en España se decidió cambiar el día (la Inmaculada) para pasar a celebrarlo en el primer domingo de mayo, el considerado mes mariano.

Independientemente de la fecha en la que se celebre, conmemorar el día para agradecer el más importante regalo que una persona puede hacer, la propia vida, no está de más en ningún caso. En la Literatura nos vamos a encontrar con infinidad de relaciones materno-filiales que, como la vida misma, pueden pintarse de multitud de colores y algunas son más enriquecedoras que otras.

Si os parece podemos ver algunos ejemplos en los que la madre tiene una importancia notoria en algunas historias que salieron de la pluma de autores. El empezar con Úrsula Iguarán es comenzar con una mujer con la fuerza suficiente para encarar el presente y el futuro, capaz de superar cualquier adversidad con tal de sacar adelante a su familia. Durante su larga (larguísima) vida se sobrepone a penurias y disfruta las alegrías que le suceden a los suyos durante las historias pensadas por Gabriel García Márquez en nada más y nada menos que “Cien años de soledad”.

El conmovedor papel que tiene que desempeñar Joy Newsome, que fue secuestrada por “El viejo Nick” y mantenida en un cautiverio que la mantiene en una sola habitación, no puede dejar indiferente a nadie. En dicha habitación sufre abusos de todo tipo, hasta que a raíz de sus violaciones incluso da a luz a su hijo Jack. Desde ese momento Joy intenta que Jack tenga la mejor vida que es posible recibir en ese estado, y agudiza los sentidos para lograr encontrar una grieta en el día a día a través de la cuál pueda finalizar el cautiverio de Jack. Es el resumen de una historia dura como pocas, que nos trae una figura materna con muchos quilates. Podemos encontrarnos con la historia de Joy y de Jack en “La habitación(Room)”, de Emma Donoghue.

Otra madre que puede considerarse de alguna manera una especie de modelo es Margaret March (Marmee), esa mujer que ante la adversidad decide poner toda la carne en el asador para inculcar ética a sus hijas y comportarse en todo momento de la forma adecuada respetando a los demás y a sí mismas. Louisa May Alcott pensó y desarrollo el personaje de Margaret como el complemento perfecto para que sus “Mujercitas” pudiesen desarrollarse.

Un caso de madre decimonónica, pero cuyas aspiraciones para sus hijas son menos éticas y buscan más la comodidad material de sus hijas que el desarrollo espiritual y personal es el de la señora Bennet, cuya torpeza hace que ponga en peligro su objetivo principal en esta vida, que no es otro que casar a sus descendientes con hombres bien posicionados económicamente. Es uno de los personajes menos populares creados por Jane Austen, que ameniza las páginas de “Orgullo y prejuicio”.

Me voy a permitir una licencia, ya que, aunque no se trata de su madre, el último personaje que voy a visitar es muy importante en la vida de estos niños que pasan sus días en Marias Coulee, un pequeño pueblo de Montana, en el que Rose mimará a los Milliron como si fuesen sus hijos, tras haber conseguido el puesto de Ama de llaves en su casa con su breve pero efectivo anuncio: “No cocina pero no muerde”. Con tan curiosa presentación conoceremos al personaje ideado por Ivan Doig y que enriquece las páginas de “Una temporada para silbar”.


Como sabemos, hay miles de personajes que representan las interminables relaciones que se establecen entre madres e hijos desde el momento de la concepción e, incluso, más allá de la muerte. El día de hoy (en algunos países) es un digno recordatorio para la mujer que nos ofreció el mayor don que podamos pedir: la vida. Así que felicidades a todas las madres en un día tan especial.