domingo, 23 de octubre de 2016

Francis Scott Fitzgerald

Francis Scott Key Fitzgerald nació a finales del Siglo XIX en una acomodada familia de clase media-alta de Saint Paul, una localidad situada en el Medio Oeste estadounidense, concretamente en  el estado de Minnesota (24 de septiembre de 1896). Sus padres, Edward Fitzgerald y Mary McQuillan (ambos de ascendencia irlandesa), se establecieron en dicha ciudad tras haber terminado la Guerra Civil. Se da el curioso dato de que Edward era primo hermano de Mary Surrat, que fue juzgada y condenada por conspirar para facilitar el asesinato del presidente Abraham Lincoln.

Scott (ése fue el nombre por el que respondió durante la mayor parte de su vida) estudió, debido a las fuertes convicciones de su familia, en diversos colegios e internados católicos.  A pesar de ser, durante toda su vida, un estudiante lejano a poder ser considerado ejemplar, ya desde una temprana edad Scott desarrolló un interés y una capacidad notables con respecto a la Literatura.


Tras haber sido jugador de Fútbol Americano en su etapa escolar, Scott decidió inscribirse en la prestigiosa Universidad de Princeton, y, para evitar la carga económica que suponía la carrera a la que se enfrentaba, se presentó a la selección del equipo de la Universidad. Sin embargo, para su desgracia (y para nuestra fortuna) el mismo día fue descartado para formar parte de ese equipo. Eso hizo que Scott se dedicase en cuerpo y alma a su otra pasión: la Literatura. Formó parte en numerosas publicaciones y clubes literarios y se hizo amigo de emergentes figuras de la escritura. Dicha dedicación hizo que descuidase sus estudios, lo que lo llevó en 1917 a abandonar la Universidad, y enrolarse en el ejército estadounidense para combatir en la Primera Guerra Mundial.

Esa etapa resultó decisiva, ya que inició lo que sería el texto de su primera novela y, sobre todo, porque conoció en la localidad en la que realizó su instrucción, el campamento Camp Sheridan, en Alabama, a Zelda Sayre. Zelda cambiaría su vida para siempre. En principio la  que iba a ser su primera novela se titulaba “El egoísta romántico”, pero el manuscrito fue rechazado recibiendo el encargo de que lo retocase, ya que tenía posibilidades de triunfar.

La estancia en Alabama y la relación con la irresistible Zelda dieron fuerzas a Fitzgerald para  pulirlo durante meses, y presentarlo a una segunda revisión que también resultó ser un fracaso. Una vez terminada la guerra, y licenciado sin haber combatido, se trasladaron a Nueva York, en donde sobrevivía con un salario muy ajustado, con la intención de retocar su manuscrito. La ambición de Zelda hizo que no se conformase con una vida tan sencilla, ya que ella se sentía predestinada al lujo y los excesos que emergían en aquella época. Por lo tanto, la relación y el compromiso matrimonial se rompió y comenzó la serie de altibajos entre ellos que los llegaría a convertir en famosos.

Con suficiente tiempo para terminar su obra, al tercer intento resultó publicada bajo el título “A este lado del paraíso” (1920). Dicha novela resultó un éxito inmediato tanto de crítica como de ventas, y situó al joven Fitzgerald en primera plana de la Literatura con tan solo 24 años. Fama y dinero llegaron a su vida como un vendaval, en el comienzo de una era que se conocía como “los locos años veinte” y Scott lo vivió tal y como muchos de sus personajes: en medio de un desenfreno de lujo y alcohol. Una semana después de la publicación de la novela, habiendo presentado la firma del contrato como una especie de dote, contrajo matrimonio con Zelda. Un año más tarde nacería su única hija (Scottie), que vivió entre los cuidados de niñeras e internados.

La fama y el prestigio repentinos del autor lo llevaron a codearse con figuras literarias y celebridades de la Alta Sociedad, en la que pronto adquirió una fama de irresponsable, bebedor, y mujeriego. Su excéntrica esposa disponía de semejante reputación (con sonoras y veladamente públicas infidelidades), y sus fiestas alternaban con ebrias y severas discusiones. El carácter nómada de Fitzgerald lo llevo a viajar en numerosas ocasiones, en gran parte de ellas a Europa. El París de los veinte era un hervidero de inquietudes culturales, y en sus círculos se llegó a formar el movimiento de la “Generación perdida”, del cual Francis Scott fue uno de los máximos representantes. Allí también entabló una amistad inquebrantable con Ernest Hemingway, con el que además de compartir la pasión por los libros también compartió la pasión por los excesos.

Para financiar esa costosa vida, sus relatos cortos fueron una importante fuente de ingresos (se puede decir que fue su mayor ocupación) e intentó repetir el éxito de su primera novela en 1922 con “Hermosos y malditos” (en la que relata en cierto modo la decadente sociedad y la vacua vida que él mismo representa) y en cierto modo reincidió en el mismo argumento tres años más tarde con “El Gran Gatsby”. Esta última está considerada su gran obra, y una de las mejores novelas norteamericanas de siempre. Sin embargo, tanto ésta como la anterior supusieron un pequeño fracaso en su momento, ya que por ejemplo “El gran Gatsby” vendió tan solo 20000 ejemplares en su primer año, a pesar de que aumentó  su prestigio entre los críticos literarios, reacios a darle la mejor nota por su actitud poco edificante.

La desordenada vida que llevaba la pareja, y los comportamientos excéntricos de Zelda se acentuaron, y fueron continuos los cambios de ambiente (de país e incluso de continente) para buscar cierta estabilidad que se les negaba. Zelda pretendió iniciar una carrera como bailarina, e incluso hizo sus pinitos en la Literatura. La dedicación a las novelas de Scott decayó, y era incapaz, víctima ya de un alcoholismo que no lo abandonaría, a terminar su trabajo. Ciertos problemas de salud acrecentaron los problemas en la pareja, y en 1931 Zelda sufrió el primer internamiento en un centro psiquiátrico por su ya diagnosticada y conocida esquizofrenia. De nuevo los cuentos y relatos cortos fueron la fuente de ingresos que pagaron estancias y tratamientos médicos.

Esa enfermedad la mantuvo desde 1932 interna en sanatorios psiquiátricos; también ese mismo año publicó Zelda la que sería su única novela: “Resérvame ese vals”. Se dice que ese hecho (el argumento contiene situaciones que, según Fitzgerald, formaban parte de su vida privada y a la vez del argumento de la obra en la que estaba trabajando) fue el que marcó el distanciamiento de la pareja y lo que llevó al autor a una etapa de autodestrucción imparable. En 1934 el escritor publicó por fin “Suave es la noche”, en gran parte inspirada en la figura de su esposa; además del fracaso en cuanto a ventas, los críticos no se pusieron de acuerdo sobre la calidad de la obra de un autor en decadencia personal vertiginosa.

Enfermo, ebrio y sin inspiración, trabajó a sueldo en Hollywood como guionista de películas y se enamoró allí de la periodista Sheila Graham.  Comenzó entonces la escritura de su última novela: “El amor del último magnate”. Sin embargo, tantos años de excesos pasaron factura a su corazón, y un infarto acabó con su vida el 21 de diciembre de 1940, dejando inconcluso el manuscrito de su obra. Francis Scott Key Fitzgerald falleció convencido de que estaba condenado al ostracismo literario, sabiendo que gran parte de su talento había sido desperdiciado en noches y noches de delirantes excesos. Siete años más tarde falleció el amor de su vida, Zelda, en el incendio del centro psiquiátrico en el que estaba ingresada. 

Francis Scott Fitzgerald recibió el reconocimiento que no había conocido en vida (excepto en los primeros años de su prometedora carrera) una vez terminada la Segunda Guerra Mundial. Su obra fue revisitada y revisada, y se supo ver la magnitud de su dominio de la técnica, su prosa elegante, que convierte a su “El gran Gatsby” en una de las novelas más importantes del siglo pasado, y un imperecedero éxito de ventas que es descubierto por cada nueva generación.


La vida de Francis y de Zelda puede ser vista como una metáfora del lado amargo del sueño americano que supo reflejar en sus obras, en los que las deslumbrantes luces de las fiestas y la opulencia del dinero no evitan una vida de sufrimientos. De hecho, son y probablemente prevalecerán como un icono de esa época en la que (según amigos y autores como Hemingway y Dos Passos) la tortuosa vida de una inestable Zelda mitigó el talento de Scott. En 1975 los restos mortales de ambos fueron enterrados en la misma parcela del cementerio de Saint Mary, en Rockville (Maryland). En la lápida, tal y como reza la última frase de su más célebre obra, se puede leer: “Y así avanzamos, botes que reman contra la corriente, incesantemente arrastrados hacia el pasado”.