lunes, 5 de octubre de 2015

Autores sin estudios

Como es comprensible, podemos encontrar una enorme cantidad de razones y de vicisitudes que llevaron a los autores literarios a ser lo que son o lo que llegaron a ser. Más allá de circunstancias familiares, personales o incluso situaciones políticas por las que atravesó su país en el momento de su carrera,  hay casi tantas trayectorias profesionales como autores. Hemos visto en otras ocasiones (puedes consultar aquí curiosidades sobre las profesiones de algunos autores) las profesiones que ejercieron algunos escritores famosos, así que hoy nos vamos a ocupar de otro tema.

Como decíamos, las circunstancias (algunas más o menos crudas) personales de algunos reputados escritores los llevaron por diversos caminos, y el camino que elegimos hoy es el de aquéllos que por la razón que fuese no pudieron o quisieron acabar sus estudios.

Para empezar por la primera razón que probablemente a la mayoría de nosotros nos viene a la cabeza en cuanto pensamos qué pudo llevarles a no acabar los estudios, comentaremos algún caso como el de Charles Dickens. El caso al que nos referimos es el no poder acudir a la escuela por tener que aportar desde jóvenes con su trabajo a la economía familiar. En sus primeros años de vida, Dickens tuvo la fortuna de recibir desde los nueve años una educación que no estaba al alcance de todos los niños de primeros del Siglo XIX.

Sin embargo, una denuncia recibida por el despilfarrador padre de Charles que lo llevó a la cárcel de deudores de Marshalsea lo cambió todo. La familia se hubo de trasladar a prisión para subsistir, mientras que Charles fue acogido durante la condena en una vivienda. Pronto hubo de comenzar su vida laboral, concretamente en una fábrica de betún de unos familiares, en la que estuvo más tiempo del deseado.

Circunstancias parecidas llevaron al polifacético Mark Twain (Samuel Langhorne Clemmens) (¿te interesa consultar su biografía?) a abandonar la escuela. Nació en una familia en la que no pasaron penurias y que se instaló en la localidad de Hannibal, a orillas del río Mississippi. Dicha localidad sería el escenario en sus obras más famosas, pero con el ficticio nombre de San Petersburgo. El pequeño Sam cursaba con normalidad sus estudios en dicha ciudad.

Sin embargo, su padre falleció debido a las complicaciones surgidas por una neumonía. Desde ese momento hubo de abandonar la escuela (había terminado el quinto curso) y empezó como aprendiz en una imprenta en la que trabajaba su hermano.  Desde ese momento arrancó una vida laboral peculiar, en la que ejerció diversos oficios como los de piloto fluvial o minero de plata. Una vida que sin duda vivió con intensidad y que sirvió para surtir de experiencias inolvidables sus libros.

Caso distinto es el del escritor estadounidense Jack London (John Griffith Chaney), del que no está claro quién era su padre y que hubo de adquirir su educación acudiendo a la Biblioteca de San Francisco y leyendo todos los libros a los que tuvo acceso. Según él contaba, en uno de los libros que leyó en ese período encontró la fuerza necesaria para comenzar a escribir. Se trata de la novela “Signa”, escrita por Marie Louise de la Rameé (que publicaba bajo el seudónimo Ouida)  y en la que el personaje principal, un campesino italiano con los mismos estudios (sin ellos) que London adquiere fama como compositor de ópera.

Tras muchas peripecias, y una vida en la que vagó por diversos oficios en una época convulsa en cuanto a derechos laborales, e incluso ejerció de vagabundo (de hecho pasó unos días en la cárcel por este hecho), la inspiración recibida por esa novela le llevó a publicar numerosas obras, de las cuales “Colmillo blanco” puede considerarse la más célebre.

También podemos encontrar casos en los que no tienen que ver necesidades ni penurias económicas, sino que simplemente hay escritores a los que la vida escolar nunca llegó a llenar. Por ejemplo, Harper Lee, autora conocida por haber escrito “Matar un ruiseñor”, (aquí tienes la reseña de "Matar un ruiseñor") comenzó a estudiar Leyes, pero en tan solo un semestre supo que no era su vocación y lo dejó. Se trasladó a Nueva York a dedicarse a su verdadera vocación, y por fortuna, tuvo el tiempo necesario para dejarnos un libro que será recordado por muchos años.

También Ray Bradbury declaró no haber cursado estudios universitarios, y recordaba que todo lo había aprendido leyendo libros de la Biblioteca Pública, adquiriendo un amor por la Literatura que poco a poco fue creando una necesidad de escribir. Al principio se atrevió con cuentos, algunos de los cuales fueron vendidos a varias publicaciones periódicas, y finalmente con las novelas con las que pasó a la posteridad, como “Farenheit 451” o “Crónicas marcianas”. Como él mismo decía, obtuvo un graduado de Biblioteca.

Otro reputado autor, ganador del Premio Nobel de Literatura, fue en su niñez y juventud muy poco tolerante con el orden y la disciplina que se requiere en los centros educativos, lo que le hizo abandonar sus estudios a los quince años y posteriormente ser expulsado de varios de sus empleos. Es sorprendente conocer la falta de preparación académica de un hombre que probablemente haya formado parte del avance más importante de la Literatura en los últimos tiempos.  Y es que tras volver de la Primera Guerra Mundial William Faulkner intentó cursar estudios universitarios, pero pronto desistió y, como muchos de los escritores que mencionamos, vagó de un oficio a otro hasta poder dedicarse al que le llevó a la inmortalidad. (puedes consultar aquí la reseña de una de sus obras, "Luz de agosto")

No es una causa concreta la que puede hacer a una persona convertirse en escritor, es un cúmulo de circunstancias que no se suelen repetir en otros casos. En algunos casos hay un talento desbordante que no requiere gran dedicación (sin duda los casos menos numerosos). En otras ocasiones, a un talento notable se le añade una gran preparación y trabajo. Y también se da el caso en el que, sin poseer gran talento, esa preparación y una buena cantidad de trabajo y dedicación hace a algunos escritores producir obras dignas de ser recordadas. 

En los ejemplos que vemos observamos cómo se procuraron la preparación estos autores, y vamos a terminar con un ejemplo que puede agrupar características de prácticamente todos los que hemos mencionado hasta ahora. Y es que José Saramago nació en una familia de campesinos (sus padres José de Sousa y María da Piedade) con pocos o nulos recursos. Tras trasladarse a Lisboa, a los doce años José se matricula en la Escuela Industrial de Lisboa, en donde entra en contacto con obras literarias que despertarán en él un gusto por la Literatura que no abandonaría jamás.

Sin embargo, la escasez de recursos de su familia impidió que continuase con sus estudios, y hubo de emplearse como aprendiz de cerrajero, iniciando así una vida laboral (de nuevo como la mayoría de los autores mencionados) variopinta. Escribió dos novelas de joven, pero la falta de éxito (y lo que él denominaba el no tener nada que contar) hizo que la abandonase. El entrar a trabajar en una editorial le hizo entrar en contacto con ese mundo, y fue traduciendo obras y escribiendo relatos, hasta que consigue una carrera literaria (que culminaría con el Premio Nobel de Literatura) a las puertas del retiro.


Como hemos visto, hay algunos escritores que suplieron la falta de preparación académica con otros medios. También es cierto que, a medida que avanza el Siglo XX, es menos común encontrar a uno de esos escritores que hayan fracasado en sus estudios, y que supieron potenciar su talento para darnos obras para recordar.