sábado, 5 de enero de 2013

Música en libros y libros en música...




"Sin música la vida sería un error" proclamó Friedrich Nietzsche. Habrá personas que difieran de esta afirmación, pero yo me encuentro en el grupo de personas que vive la música de una forma mucho más importante que ese ruido acompasado que nos lleva a mover la cabeza o el cuerpo a un ritmo determinado.

Y es que con una simple canción se puede llegar a transmitir una infinidad de sentimientos que es difícil expresar con palabras. Tal vez no sea descabellado afirmar que algunas canciones provocan en nosotros lo que llega a provocar un buen libro, un escrito que nos toca un poco el alma. Además de ello es probable que para todos y cada uno de nosotros exista una canción que, al ser escuchada, nos recuerde irremediablemente a un libro que nos dejó un buen recuerdo. Del mismo modo, existen libros que nos  traen a la memoria inmediatamente  determinada melodía, canción, grupo u otro tipo de expresión musical.

De la relación de música y literatura vamos a intentar hablar hoy, ya que de dicha relación nacieron multitud de obras notorias y notables; se podría afirmar incluso que algunas de estas obras serían imposibles de concebir sin dicha relación. En este caso se encuentra la exitosa “Alta fidelidad”, de Nick Hornby, obra en la que el protagonista (Rob Fleming) es propietario de una tienda de discos y clasifica sus gustos, temores, puestos de trabajo ideales, e incluso las canciones que le gustaría que sonasen en su funeral, en memorables listas.

En las páginas de este libro se respira música; casi es posible llegar a oler el vinilo y las denostadas cintas de cassette, nos trasladamos continuamente a ese ambiente tan especial de una tienda de música en la que perderse horas y horas como una experiencia que guarda gran similitud con la que el amante de la literatura vive en una antigua librería. En "Alta fidelidad" el rock adorna todas y cada una  las páginas.



Para seguir explorando esta curiosa relación, podemos introducir a un autor cuyo pasado como dueño de un club de jazz hace que inunde una buena parte de las páginas de sus novelas con buena música (ya sea el propio jazz, rock, pop…). Se trata del afamado autor Haruki Murakami (autor para el cuál sus fervientes admiradores reclaman año tras año la concesión del Premio Nobel de Literatura); la obra y el mundo "murakamiano" se vería terriblemente mutilada si desapareciese la música de la misma.

Entre muchos ejemplos que podemos encontrar en su extensa obra, en una de las más conocidas, “Tokio blues” (el título original es “Norwegian wood”, canción de los Beatles), el protagonista (Toru Watanabe,) escucha dicha canción y es trasladado a un estado de dulce melancolía varias décadas atrás, y de ese modo pasa a recordar y narrarnos los hechos principales del libro.

En su obra “Al sur de la frontera, al oeste del sol” el autor nipón utiliza parte de su pasado para dar forma al personaje principal y al escenario en el que se desarrolla la trama, ya que el protagonista regenta dos clubes de jazz. En definitiva, en toda la obra del autor nipón la música ocupa un lugar de honor, siendo una ayuda esencial para comprender el mundo Murakami, ese mundo en el que el protagonista suele sentir un profundo desapego respecto a la vida a la que ha tenido que acostumbrarse a vivir.

Como todos podemos imaginar, no es exclusiva de los autores actuales el ser influenciados por la música. Si nos apuramos más bien nos hemos de decantar porque la relación actual sea herencia de grandes autores de hace muchos años.  Por ejemplo, el ya eterno Marcel Proust era un conocido fanático de Wagner, Mozart, Debussy, Ravel, etc. Incluso se permitió escribir un curioso texto dedicado a emitir un “Elogio de la mala música” (1893). Además, en una de sus obras cumbre, “Por el camino de Swann” (primer volumen de los siete que componen sus mastodóntica "En busca del tiempo perdido"), el amor entre Odette y Swann es definido por “una breve frase” de “La sonata de Vinteuil”.

El caso del autor austriaco Stefan Zweig es el ejemplo perfecto de cómo se unen ambas pasiones: Música Y Literatura. En la parte que a él corresponde, sus escritos son la dignificación del oficio de escribir y con ellos logra producir en el lector que los visita una sensación similar a estar escuchando una deliciosa pieza de música. La pasión que sentía por la música llevó a Stefan a iniciar una colección de manuscritos de algunos de los más importantes y brillantes músicos que han existido (y también autores literarios).

Entre los que conservamos podemos ver nada menos que los nombres de Mozart (con hasta 11 manuscritos), Beethoven, Bach, Hayden, Schubert, Ravel, Stravinsky, Brams... En fin, una colección de un valor incalculable y que nos da una buena medida de cómo vivía el autor la música, al igual que todos los aspectos de su vida: de una forma especialmente intensa, lo que le hizo disfrutar de lo mejor de la vida de una forma descomunal, pero que como contraprestación le supuso sufrir también con la mayor intensidad los momentos menos agradables. Una persona de las que hay pocas, y que a mí me causan especial admiración por su forma de sentir.

Éstos y otros miles de autores usaron, usan y usarán la música como fuente de inspiración. En muchos casos para nuestro disfrute, ya que nos supone la oportunidad de añadir con las obras referidas otro sentido más al deleite de leer un libro.

En la dirección inversa, o sea, música que se inspira en libros, también encontramos una sobresaliente lista de influencias e inspiraciones surgidas de las páginas de buenos libros.

Entre las muchas canciones reivindicativas que se basan en obras, nos encontramos con “1984”, de George Orwell. Un argumento que no deja de estar de actualidad casi desde la fecha de su publicación es una fuente de inspiración constante para numerosos artistas.

De hecho,  dicho argumento sirvió de base para que surgiesen canciones como “2+2=5”, de Radiohead, “The Resistance”, de Muse, e incluso inspiró al gran David Bowie, en su canción homónima, “1984”. El mismo autor sirvió de borrador para “Animals”, de Pink Floyd, en este caso basado en otra de sus obras, “Rebelión en la granja”.

Es difícil encontrar una historia más dura que la que Dalton Trumbo creó para su alegato antibelicista "Johnny cogió su fusil". En dicha obra vivimos los efectos que la batalla crea en nuestro personaje, y llega a ser una experiencia clautrofóbica y ciertamente impactante. De dicha atmósfera se nutrió el conocido grupo "Metallica" para componer su canción "One" y sirvió también como el primer single que se convirtió en videoclip. Según sus seguidores, "One" es uno de sus mejores temas.

 El grupo de Jim Morrison, “The Doors”, adquirió ese nombre en honor a una obra de Aldous Huxley, “The Doors of perception” (“Las puertas de la percepción”), libro escrito bajo los efectos del ácido lisérgico, en el que se plasma la distorsión de la realidad sufrida por el autor en esos momentos. Muy apropiada me aparece la elección del nombre por el bueno de Jim…

 Otro grupo de éxito que basó parte de su obra en libros que marcaron al compositor es “The Cure”, que terminaron “Killing an Arab” tras leer “El extranjero”, de Camus.


Fruto de una relación más estrecha entre autor y músico es la canción “The ground Beneath her feet”, obra del grupo irlandés U2 basada en el libro de Salman Rushdie del mismo nombre (“El suelo bajo sus pies”). Se da la circunstancia de que la estrecha amistad entre Salman y Bono, el cantante del grupo, hizo que la primera aparición pública del autor tras la publicación de “Los versos satánicos” (obra por la que sufrió una condena a muerte pública) se produjese en una actuación del grupo. El propio Rushdie colaboró en la composición de la letra de la canción, e incluso aparece en el videoclip...

Es la máxima expresión de la colaboración cantante/escritor...






También en España contamos con un importante grupo de canciones basadas en algún escrito. Sin ir más lejos, nos encontramos con la inolvidable canción “Anabel Lee”, de Radio Futura. El zaragozano Santiago Auserón modificó el poema homónimo de Edgar Allan Poe para añadirle musicalidad, y el resultado es realmente brillante. El mismo sistema había utilizado el gran letrista Joan Manuel Serrat en 1969 para retocar los poemas de Antonio Machado que fueron incluidos en el exitoso e inolvidable disco "Dedicado a Antonio Machado". El popular grupo Mago de Oz suele echar manos de libros para componer. De hecho, tiene canciones basadas en “El Quijote” (perdón por la abreviatura) y alguna  otra basada por ejemplo en “Los renglones torcidos de Dios”, de Torcuato Luca de Tena.

Mención aparte merece la esmerada y dedicada selección de obras que la autora madrileña Paloma Sánchez-Garnica realizó para dotar de esa relación tan interesante que nos aporta el poder leer escuchando una melodía a su "La sonata del silencio". Dichas aportaciones resultan exquisitas, y cada una de las piezas seleccionadas aporta esplendor a la experiencia de la lectura. Yo particularmente siento especial debilidad por la "Serenata" de Schubert, y verla incluida en dicha lista fue una agradable sorpresa. Sin embargo, tal vez la más especial de las melodías sea la que da título al libro (con el sentido que cada uno le otorgamos).

En fin, innumerables son los ejemplos, de hecho a mí se me ocurren al menos otros tantos, y supongo que en vuestras cabezas resuenan otras canciones no mencionadas en estas líneas…